Se acerca el 6 de enero y, a pesar de que ya llevamos unos cuantos banquetes a nuestras espaldas, no hay quien se resista al Roscón de Reyes. Tanto si te coronan como si te toca pagarlo, lo más importante es que esté bueno.
Con o sin frutas confitadas por encima, relleno de crema o de trufa, de nata o de turrón, de chocolate o de cabello de ángel…
En València hay muchas pastelerías y hornos que los hacen deliciosos. Apunta, que aquí van unos cuantos sitios con los que es imposible fallar:
Seguro que alguno te viene de paso. Y si no, ve a buscarlos, que vale la pena. Puedes encontrar tu horno más cercano aquí. Pero ojo, si te quieres asegurar un sabor, encarga ya el tuyo, que estos días están muy solicitados.
Sin moverte de casa, puedes también encargar el roscón de Bar Casalla, relleno de nata fresca montada, sin fruta escarchada y cubierto de azúcar glass. Pide el tuyo aquí.
Y ahora lo del haba y la figurita, por si no conoces la historia.
Como en tantas otras tradiciones, el origen a menudo no está del todo claro o se compone de varios acontecimientos históricos; de hecho, en el caso del Roscón de Reyes, su nacimiento se remonta dos etapas bien distintas.
Por un lado, procede del S.II a.C., cuando los romanos homenajeaban a Saturno al final de la temporada agraria y ponían un haba dentro, que se repartía al que le correspondía esa porción de roscón. A quien le tocaba el haba, era bendecido con fertilidad y buena fortuna.
Y, por otra parte, ya en el S.XVIII, un adulador cocinero quiso agasajar a Luis XV, que por entonces era un niño, e incluyó una moneda de oro en la masa.
Con los años, la moneda de oro se ha convertido en una figurita de cerámica, que ha desbancado al haba como símbolo de buena suerte y como el objeto más codiciado en el reparto de roscón entre los comensales.
De hecho, la tradición dice que al que le toca el haba… ¡paga el roscón del año siguiente! Y al que le toca la figurita, se corona como rey.
El resto se conforma con dar buena cuenta de su ración del roscón, que no es poco.